Quizá todos lo saben, pero yo
apenas me he dado cuenta hoy y por eso lo escribo emocionado. ¡El libro es una
mujer! Tanto no dormir y leer, tanto libro viviendo entre mis manos desde que
decoré con mis primeras rayas El Lazarillo
de Tormes de mi madre hace cuarenta y cinco años y apenas ahora es que
empiezo a entender que cada libro, a pesar del artículo que suele precederle y
la letra que en castellano lo cierra como palabra, no es que sea femenino, sino
que es una mujer. Una mujer, lo he dicho y no lo creo todavía: una mujer.
Ya sabía yo que la literatura, la
poesía, la narrativa y la ficción eran señoras. Lo entendí hace mucho y me ha parecido
siempre tan obvio: por fuertes, por bellas, por dulces, por inteligentes, por
decididas y firmes. Es cierto que mayormente me ayudaba la letra “a”, pero no
fue solo por eso. Muchas veces las vi reunidas trabajando o compartiendo el té,
celebrando e incluso enfadadas. Una vez las espié mientras rezaban el rosario y
otras saliendo de copas. Solo señoras podían ser. A una de ellas se lo pregunté
directamente hace casi treinta años. ”¿Y tú qué crees?”, me repreguntó. “Pues
señoras, ¿no?”. “Hombre, ¿y qué otra cosa podemos ser?”.
Pero el libro me tenía engañado.
No sólo por el asunto del artículo y la letra final. También por las líneas.
Todas rectas, cada una más que la otra: desde las que componen el párrafo hasta
las que enmarcan cada página y cortan la portada. Por eso me confíe. En la adolescencia
le conté mis cuitas, lo hice partícipe de mis dudas y dificultades. Más de una
vez me fui de fiesta con él y hablamos entre amigos. Incluso le conté de las
mujeres que me gustaban. Es que éramos
amigos, caramba.
Con el tiempo yo fui cambiando y
también mi percepción de él. Por eso no me extrañó cuando empezó a decirme
cosas diferentes cada vez que lo abría, incluso si se trataba de la misma
página. Tampoco cuando se hacía el misterioso y no lo comprendía. Ni siquiera
cuando me transmitía mensajes que aparentemente nada tenían que ver con lo que
yo estaba pensando, cuando se adueñaba de mis tardes o fines de semana o cuando
empecé a viajar e incluso comer siguiendo sus indicaciones.
Han pasado los años y me estoy
haciendo mayor. Quizá es por eso que he podido darme cuenta y no me avergüenzo
de compartir mi biográfica ignorancia y mi actual descubrimiento: Querido
lector, no tengas miedo o comienza a tenerlo, ¡el libro es una mujer!
2 comentarios:
Me encanta tu sensibilidad, tu fuerza y esa manera tan natural de compartir tu sentir.
Gracias, Marina. La sensibilidad que compartimos. Un abrazo.
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