25 ene 2018

"Un sucesor venezolano para Raúl Castro"



Si dijera que la he encontrado navegando en Internet, mentiría. Realmente ha sido a punto de naufragar en facebook. No voy a copiar el link porque basta con repetir el título de este cuartiento en un buscador de contenidos para encontrarla. En todo caso, se trata de una propuesta, avalada ya con más de mil firmas, que aunque inicialmente me pareció ridícula no pude dejar de leer hasta el final: "Un sucesor venezolano para Raúl Castro".
Los creadores de la iniciativa, y sus seguidores firmantes, realizan un recuento de las relaciones entre Venezuela y Cuba, "marcadas no solo por la vecindad y el mar que baña sus orillas sino porque desde hace mucho tiempo comparten un proyecto político". Utilizan todo tipo de lugares comunes  ("ideario compartido", "enemigo del Norte", "el filibustero Trump") y, haciendo gala de un sincretismo polivalente, se refieren a Simón Bolívar, José Martí, Hugo Chávez y Fidel Castro como "nuestros cuatro apóstoles evangelistas".

A pesar de su fervor, dejan constancia escrita del "uso de recursos de una y otra república para resolver los problemas" y de que "en enero de 2013 el sucesor del Comandante Hugo Chávez Frías fue elegido en La Habana y (...) para su elección no fueron obstáculo las dudas existentes sobre el país en que había nacido".
Usando ese recuento como sustrato, recuerdan la probable coincidencia cronológica entre las elecciones presidenciales venezolanas, decretadas recientemente por Nicolás Maduro, y la designación de un sucesor en la presidencia de Cuba del sucesor de Raúl Castro, "quien debe retirarse para el cuidado de su salud en abril de este año". Inmediatamente, manifiestan su estupor "porque entre los nombres que actualmente se mencionan como posibles sucesores de Raúl Castro no hay ningún venezolano" y, por ello, proponen "estudiar la posibilidad de que ciudadanos venezolanos de origen o de adopción puedan ser considerados como sus sucesores eventuales".
La propuesta saca a pasear nuevamente las relaciones históricas entre ambos países y, sin inhibición ninguna, como si se tratase postular candidatos a la junta municipal de Altagracia, lanza un póquer de nombres: Nicolás Maduro, Cilia Flores, Tarek William Saab, Diosdado Cabello y Tibisay Lucena, "compañeras y compañeros que han dado prueba fehaciente de su fidelidad al ideario cubano-venezolano".


En ese momento de la lectura, es posible creer que la propuesta ha sido formulado por el torpe testaferro de cualquiera de los postulados, pero finalmente las últimas líneas del texto salvan la confusión y aclaran, al menos en parte, el verdadero sentido de la iniciativa: "Obviamente, para disipar dudas y ambigüedades y como demostración clara de transparencia y espíritu revolucionario, mientras se estudia su posible nominación en Cuba, estos compañeros no deberán ocupar cargos ni ser candidatos a los mismos en la República Bolivariana de Venezuela".
QUE ASÍ SEA..

22 ene 2018

La necesidad de escuchar




Crear historias, narrarlas, contarlas, parece ser la función principal del escritor. Por eso en las reseñas de libros, y también en las notas necrológicas, se repiten expresiones como “las historias que nos regala”, “la fantasía inagotable” o “el producto de su imaginación”. En el imaginario colectivo se le atribuye al escritor la creación de mundos, personajes y anécdotas y se le agradece que lo haya hecho porque la multiplicación que su trabajo permite es el condimento esencial de la magia literaria.
Pero algo ocurre permanentemente para que esta creación sea posible. En ocasiones parece que lunas y espejos se ponen de acuerdo para reproducirse al paso de su mirada. A veces, frente a la pantalla en blanco, el oficio (que no la magia) se apodera de él y le entrega la receta de la pócima, el secreto del truco. Es otras, todo es mucho más fácil. Amigos, familiares, desconocidos, los lectores se ponen de acuerdo y, cuando nadie los ve ni los escucha, le cuentan al escritor sus cuitas, le entregan sus vivencias, le regalan sus anécdotas.
Este último mecanismo puede ser muy hermoso aunque en ocasiones, por qué no, también muy fastidioso, incluso ambas cosas simultáneamente. Mayormente es solo lo primero y algo de ello queda y se multiplica luego en el texto. Para encontrarlo, para escribirlo y leerlo luego, es necesario compartir y escuchar.
Es tan obvio que vale la pena repetirlo. Quien escribe crea mundos en ocasiones inéditos, de tres lunas. Otras veces, el mundo mostrado se parece mucho a este  real en que vivimos, de tres lunas otra vez pero con la explicación previa de un juego de espejos y ventanas. Aquello que sucede o no en esos mundos proviene de la ilusión, la fantasía, pero también de lo leído y vivido, de lo visto, fundamentalmente de lo escuchado.

8 ene 2018

Café



Mientras duermo, me invitan a tomar café a diez mil kilómetros de distancia. Lo sueño porque sueño y anhelo es. Pero también es un mensaje que hace temblar el teléfono a los pies de la cama. No percibo la vibración porque sigo soñando. Mi mundo gira alrededor de un café colado en manga percudida, con hilos que se anudan alrededor del aro metálico. Es un café delicioso este café que sueño. Pasa por mi lengua y sacude mi memoria. De improviso, me sitúa en un poema que leí hace treinta años. José Ángel Contín era su autor aunque no podría asegurarlo. Me lo hizo leer Luis Cedeño, un taxista ciego que recorría en un Nova marrón las calles de Valencia. En el poema, todas las puertas eran iguales, pero si una se abría (siempre creí que se trataba de una puerta de dos hojas, pero ahora  la siento entera, de una hoja, que al abrirse solo deja ver un ojo y un ala de la nariz) e invitaba a saborear un café, se trataba de una puerta especial, una absolutamente diferente. Siempre en el sueño, aparto el poema y continúo bebiendo lentamente. No le añado azúcar porque no la necesita. Mezo el fondo y, en el momento de llevarme la taza a los labios, vibra el teléfono. Esta vez sí lo siento y me despierta. No puedo no tragar el café porque lo tengo en la boca. Mientras lo hago, me incorporo y leo el mensaje: "Perdona, me confundí de persona. Tú no puedes venir, estás muy lejos".