4 nov 2018

Insomnio, fundamentalmente en la noche


La mujer que en la noche acude a urgencias para curar su insomnio encuentra en las ojeras del médico que la atiende una reproducción de su agonía. Son simplemente otros dos ojos, pero sus párpados pesados y la bolsa de carne fofa y oscura sobre los pómulos le resultan tan conocidos que comienza a llorar. Casi todos los dolores aumentan con la oscuridad y el frío, pero ninguno duele más que el insomnio, incluso el ajeno. "Deberían escribirlo con hache, con hache mayúscula", dice ella. "No lo hacen porque mienten. Todos, lingüistas y demógrafos, todos mienten", piensa él, pero nada dice. Se limita a escuchar y se atreve a pensar que de haber podido conciliar el sueño le habrían despertado para atender este aviso. Uno y otro tienen deudas y dolores, aman, odian y se confunden digitando las letras para demostrar que son personas y no robots. Apenas son dos aunque parezcan muchos, como si los estudiantes de la mañana ya hubiesen llegado al hospital o nunca se hubiesen ido de él. También, dependiendo del ángulo, podrían parecer uno, apenas uno, solamente una masa informe y fragmentada que quiere dormir. Un fragmento que quiere y no puede y otro que no puede ni debe por lo que no importa si quiere. Pero igual quiere. Lo que pasa es que por no poder ni querer durante toda la noche rumia y piensa. Juntos hacen un círculo perfecto a fuer de imperfecciones. Ella habla y él escucha. Ella pide consejos y él los da o al menos juega a darlos." ¿Y si los siguiese él también?", se pregunta en silencio. Es verdad que no debe dormir, pero al menos podría tranquilizarse. Con ella está funcionando y ya está dispuesta a irse, a intentarlo otra vez. Quizá también con él funcione. Por eso, cuando ella sale con el informe en la mano, se acerca a su asiento todavía caliente y se deja caer. Juega a ser un paciente imposible porque no ha dado datos ni llamado a la enfermera. Nadie vendrá a atenderle, lo sabe muy bien, pero algo de terapéutico ha de tener esta silla rígida. De hecho comienza a sentirse mejor. Apenas lo nota, la puerta se abre y se asoma la paciente, mira hacia la silla vacía, la que hasta hace un rato ocupaba él, e inmediatamente entiende la situación. "¿Necesitas algo?, le pregunta. "Puedo ayudarte". Él recupera la compostura y, como si no la hubiera escuchado, le pregunta qué quiere. "Es que he olvidado las llaves del coche". Juntos las buscan hasta encontrarlas detrás del ordenador. Ella se marcha sin despedirse y él camina hacia su habitación, inquieto solo de pensar que por un momento consideró la posibilidad de aceptar la ayuda que le ofrecían.


No hay comentarios.: