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Un traumatólogo escrupuloso contrapone a la belleza médica y femenina del post anterior la estética masculina y antañona del "urólogo con barba, vozarrón y fumando un puro". ¿Cómo negarle de antemano parte de la razón si seguramente la tiene? Pero, puestos a pedir, ¿a quién prefiere usted en la consulta de urología? ¿A la doctora más bella o al señor del puro? Pues yo sinceramente no lo sé. Es que no suelo ir al urólogo, pero creo que cuando sea necesario no me importara muy mucho ni la posible belleza ni el vozarrón. Hembra o varón, que no fume, please, ya que es délito. Otra cosa es verlos como compañeros de trabajo en el hospital: seguramente hay uno de cada. Entonces no hay problema ni discusión. En el post de la belleza femenina, hablaremos de ella. De él, cuando toque escribir sobre el vozarrón y la belleza masculina si ésta tiene y el tema provoca. En este último texto, ojalá que no se me olvide recordar al Dr Zukerman. Era, quizá lo es todavía, internista en mi Valencia natal, la de Venezuela, y siempre llevaba un revólver consigo. No recuerdo que lo haya usado con ningún paciente. Éstos ni siquiera podían verlo, al revólver, pero cuando a Zukerman le tocaba lidiar con un residente burro se lo ofrecía, al residente, para culminar el suicidio que inducía con el gesto.
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1 comentario:
"El espíritu sopla donde quiere, en el oído del genio, y también en la oreja de un imbécil."
Recientemente leí esto de un personaje, que es un amigo en común que tenemos: Héctor Abad Faciolince.
Creo que la afimación tiene que ver con la "casualidad" de la llegada de tu novela a la oreja del Dr. Zukerman.
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