La silla número cuatro se dañó hace tiempo. Fue comprada en M, pero la hicieron en H. No resistió ni siquiera una novela. También es verdad que yo con cada novela me demoro un montón. Quedaron separadas sus patas y su espalda, sin piernas y sin nada más. Yo las guardé en el trastero: "Algo haré con ellas", me dije como los viejos. "Algo haré". Y los amigos me decían: "Tire eso, compadre. Deje de acumular cosas, basura".
Hace dos días, comencé a buscar una silla, una simple silla para sentarme un rato y descansar.
Hace dos días, comencé a buscar una silla, una simple silla para sentarme un rato y descansar.
"Ahora, lo que necesito ahora es una silla", me dije a las cinco de la tarde.
Sillas libres no había. Todas estaban ocupadas. Sobre cada una dos libros o un juguete.
Bajé al trastero y cogí la espalda de la silla desmontada. Por la ventana vi un tronco viejo en el patio del vecino y se lo pedí. Luego cuatro tornillos y un cojín.
Lo dispuse todo en apenas dos o tres minutos.
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