Es característica de
nuestro cuerpo el emitir secreciones o expulsar contenido por los
orificios naturales. Así defecamos, orinamos, escupimos, tosemos.
Eventualmente, vomitamos sin que sea necesario estar enfermo para
hacerlo. Al futbolista Lionel Messi le ha sucedido, al parecer en
varias ocasiones, el vomitar delante de miles y/o millones de
espectadores, la última vez en un partido que la crónica dice que
no tuvo mucho fútbol. No pasa siempre y eso lo convierte en noticia.
El médico puede vomitar, pero procura no hacerlo delante de sus
pacientes. El bombero se aparta del fuego. El actor corre al
servicio o al camerino. Messi no pudo (o no quiso) y las cámaras se
concentraron en su vómito. Parafraseando a Erving Goffman, Lionel
Messi vomitó en el espacio anterior de su vida y así la enfermedad
proporcionó el espectáculo ya que el fútbol no lo tenía. En su edición del viernes 07 de marzo, junto a la crónica del partido, el periódico que leo en España (El País) propone una foto de casi media página en la que el chorro
líquido-alimentario que sale de la boca del futbolista pretende
eternizarse en la mirada del lector. Como lector, como médico, como
persona, como escritor, como paciente potencial que lo somos todos,
me resulta una ilustración gratuita e innecesaria del partido.
Ya para terminar, una pregunta, una preguntita posible en medio de esta pérdida posible de pudor, buen gusto y educación elemental. Si en lugar de emético el síntoma hubiera sido diarreico, ¿cómo habría sido la foto publicada por los medios de comunicación? ¿Messi defecando?
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