4 sept 2014

Sala de espera




Hablando de medicos y pacientes, no existe una única sala de espera. Es un asunto seguramente descuidado que se multiplica a partir de la observación detenida, el sentido común y, para advertir hacia dónde vamos, el aporte de Erving Goffman según el cual en las instituciones sanitarias no sólo existe un front space sino también un back space. Comencemos por el front space. La más conocida de las salas de espera es la del despacho o consulta privada. Normalmente es un espacio aséptico donde en horario de atención conviven miradas adustas, rostros preocupados, revistas caducadas y alguna decoración neutra que no permita saber de las inclinaciones políticas artísticas ni religiosas del médico que atiende sus detrás de la pared. Ciertamente esta situación tiene excepciones. Hay compañeros que prefieren que sus inclinaciones políticas y religiosas sean conocidas porque dependiendo del entorno eso les garantizará más pacientes o que los pacientes que ya tienen sientan reforzadas durante la espera su fe, sus creencias o simplemente su decisión al escoger galeno. Están también las salas de espera de hospitales, centros de salud y centros de consultas públicos. Mayor y universalmente atestadas de gente, lo cual en ocasiones garantiza calor, caos, ruido y una merma de las condiciones higiénicas. Esos espacios, privados y públicos, pueden también tener vida en horarios que no son de atención. Hélo aquí, éste es el back space: la sala de espera de una consulta privada puede ser el escenario de un encuentro amoroso o de su preludio y la de un hospital, ya que quizá en una de sus esquinas cuelga una pantalla, el lugar donde un grupo de vigilantes se reúnan para ver un partido de fútbol, el escenario de una asamblea de trabajadores o, en plena noche, el dormitorio improvisado de un enfermero. Sin pretenderlo, éste cuartiento ha sesgado el uso del back space y ha hecho parecer que sólo el personal sanitario puede hacer uso de él. Falso totalmente. También los pacientes: en instituciones públicas, la sala de espera es un lugar donde el paciente con problemática social asociada a su enfermedad en ocasiones pretende habitar: dos o tres horas hasta que termine la noche o, como me tocó ver alguna vez en un hospital sudamericano, todo la vida que la enfermedad permita. Este paciente era demasiado especial y había instalado una tienda de campaña en la entrada del servicio de traumatología y allí estuvo viviendo luego del alta hospitalaria durante por lo menos dos años.
Ahora bien en medicina el paciente no es el único que espera. El médico también lo hace. Espera la llegada del paciente. Y, aunque puede no hacerlo en la sala de espera convencional, lo hace en la consulta y la convierte así en su sala de espera. Se podría decir que su sala de espera es un espacio más psíquico que físico y se instala, se puede instalar, en la consulta, en la sala de juntas, en los pasillos, en el bar del hospital. Esta sala de espera puede ser un espacio dedicado a la búsqueda y/o consolidación del conocimiento, a la investigación o, ¿por qué no?, a las relaciones humanas, a la introspección o a la nada. Es el espacio en que el médico espera al paciente. Puede ser inexistente, breve o infinita. En los primeros casos, los pacientes entran uno detrás de otro, sin posibilidad de tregua o pausa. Sé de colegas que visitan pacientes en varias consultas (dos o tres) de manera simultánea. Uno detrás y al lado del otro, como churros. Y, además, lo hacen bien. Otros se toman una pausa entre paciente y paciente.
-Vamos a fumar -me decía un profesor a quien todavía venero-. Hemos estado trabajando con pacientes psiquiátricos  y esto hay que llevarlo poco a poco.
Los casos de sala de espera infinita son extraños, pero existen. Consultas con poco volumen de pacientes que existen por un capricho burocrático. O de colegas que deben cubrir una consulta durante un horario inusual. Un colega medritor que estuvo destinado en una de ellas durante dos meses me lo contaba así:
-Los viernes en la tarde no venía ningún paciente. En el primer mes, sólo leyendo los viernes, acabé 1Q84 de Murakami.
-Interesante - dije como pensando en voz alta.
-Claro que es interesante. Es un gran libro a pesar de que al final es una novela de amor.
-Perdona -lo interrumpí-. No me refería al libro de Murakami. Como empezaste a hablar de literatura, pensé en la posibilidad de escribir un cuartiento sobre salas de espera y terminar hablando de Max Aub.
-Pero, ¿por qué en Max Aub?
-Porque en México tenía una revista que se llamaba Sala de Espera.


No hay comentarios.: