En la venta de libros, el kilo de navajas hoy cuesta seis euros. Una mujer discute con su marido la posibilidad de comprarlas ya que él prefiere las gambas peladas. Yo, en cambio, me conformo con un libro de Jorge Edwards que quisiera regalarte, pero que no sé si podré porque la discusión se hace interminable.
Quizá por ello cierro los ojos y sueño que compro un libro de Vicente Gerbasi y una planta de guanábana. Estoy en una venta de congelados en Castellón, a quince metros del hospital, pero mi sueño sucede en un mercado de Italia, más allá de Éboli. Me detengo frente a las frutas, los detergentes, la carne y los pescados. Caminando hacia la iglesia, la anciana de negro ofrece libros que ha esparcido sobre una mesa. Allí está la traducción al italiano de Mi padre, el inmigrante. Y, a su lado, entre sobres de semillas y flores de invierno, la planta de guanábana con un cartelito amarillo clavado en forma de pincho en el fondo de la maceta: "wanabana americana".
Me despierta la letra doble. No le encuentro sentido, pero la discusión entre navajas y gambas ha terminado y finalmente puedo pagar el libro.
Al salir de la pescabrería, la furgoneta que pasa es toda ella publicidad. Anuncia una cura milagrosa contra el cáncer. En la última línea, está la palabra guanábana. Veo la u, cuatro veces la letra a y, cómo no darme cuenta, al inicio la g.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario