Todo o nada según se quiera. Si
continúo escribiendo, va a ser todo. Y está bien que lo sea. ¿Acaso hay libro
más hermoso que el que acompaña a un enfermo en su lecho? Seguro que no: ésa
siempre es la primera imagen que me asalta cuando intento relacionar estos dos
conceptos.
Un poco más allá de la
superficie, desde hace años creo sinceramente que ambos saberes, el médico y el
literario, pretenden abarcarlo todo, que ambos cubren la vida y su esperanza
como dermis y epidermis. Por ello coinciden, porque se superponen. Por eso eran médicos y escritores François
Rabelais, Arthur Conan-Doyle, Anton
Chejov, Pío Baroja, Alfred Döblin, William Carlos Williams, Mijail Bulgakov y
Oliver Sacks. Tampoco es casualidad el brillo literario de algunas novelas de
tema médico como La Montaña Mágica o El Doctor Arrosmith. O la maravilla de
una novela médica escrita por médico: Berlin
Alexanderplatz. Alfred Döblin, su autor, admitió que ella no habría sido
posible sin su trabajo como médico psiquiatra en un centro de observación de
delincuentes. Nuevamente, literatura y medicina. Ambas, superpuestas entre sí y
sobre la vida del hombre, pueden ser contenido y recipiente.
Pero no sólo de eso se trata: está
dos áreas tienen más qué ver entre sí que la carpintería metálica y el comercio
de aves a pesar de las jaulas. Aquí no se trata de hacer medical fusion y encontrar relaciones con la cocina y la ingeniería
aeronáutica, que alguna debe haber y será respetada.
Propongo entonces buscar otro
saber, otra práctica disciplinar que pretenda abarcarlo todo. Lo admito, estoy
haciéndome trampa a mí mismo a ver qué pasa. Si, ahora que están de moda y han
demostrado que también pretenden cubrirlo todo, si elegimos como contendiente las series de
televisión, si intentamos sustituir la literatura por ellas, ¿acaso el discurso
sería el mismo? Hay igualmente médicos que han participado en ellas. Recuerdo
el caso de Michael Crichton que contribuyó a diseñar Emergency room. Hay además varias series que suceden en hospitales
y también hay muchas otras que tienen la enfermedad como eje: Breaking bad, The boss, Los Soprano,
por solo nombrar algunas. ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué la literatura
pretende un trato de favor si la comparamos con las series?
No desespere, querido lector.
Tengo la respuesta. La clave está, vuelve a estar en la medicina y en el objeto
que la ocupa: la vida, la salud del hombre. Es el objeto de su estudio el que
hace de la medicina una ciencia que debe esforzarse para resultar apodíctica. Por ello en alguna escuela se
enseña que la medicina no es una ciencia sino un arte. Nada de arte, ciencia es
aunque no siempre exacta. No lo digo yo, lo advertía Immanuel Kant. Y si bien la literatura también erige un
puente entre la medicina y el arte, fundamentalmente vincula el saber médico
con la filosofía, la madre de todas las ciencias.
Ése es su aporte más importante:
a través de la literatura, la medicina regresa a la filosofía. Estas dos
señoras superpuestas, medicina y literatura, están juntas incluso en esta
encrucijada del camino como fue demostrado entre los siglos XVIII y XIX por los
actores de la Naturphilosopohie,
aunque eso, claro está, es otra serie. Perdón, quise decir cuartiento.
2 comentarios:
El Derecho es la respuesta. La eterna búsqueda de la justicia y el equilibrio.
Ni empiezo a mentar los juristas literatos, porque son multitud.
...y entre nosotros: Francisco Lazo Martí y José León Tapia, dentro de los seres reales. Entre los de ficción, el mismo doctor Watson y Yuri Zhivago.
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