Varias
personas me lo han advertido. “La pescabrería cierra, está cerrando”. En
efecto, las palabras “se vende” se leen entre los carteles que
anuncian las merluzas a precio insuperable y los boquerones del día. Además, como respuesta a otro cuartiento, un
anónimo enriquece el término pescabro advirtiendo que en Madrid, en
los años cincuenta,el papel de los
libros vendidos a peso se usaba para envolver el pescado. Imagino que se
trataría de una coincidencia triple aunque posible: libros grandes, pescados
pequeños y compras exiguas. Con ese ánimo entro en la pescabrería. El primer
libro es una sorpresa recurrente: El viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda. Lo compro por no dejarlo allí, para que no se lo trague el mar en caso de que la venta del local no se realice. El segundo libro que abro tiene un título que promete, Los niños tenores, pero el contenido es desolador: un grupo de niños canta “Cara al sol” y grita “Heil Hitler” en un
salón de clases ante la pasividad del profesor. No quiero que éste sea mi
último pescabro: me dolería. Me recuerda la infamia, el dolor actual por
Venezuela, las pequeñas traiciones, la última visita enferma y desgraciada, aquella conferencia que preparé y no pude dar.
Continúo buscando y encuentro un libro casi artesanal: mi-XA-lin (guía de
restaurantes poligoneros de la provincia de Castellón). Me gusta el juego que
propone el título combinando la
referencia neumática y gastronómica con la expresión preferida de los
castellonenses: “ Xa, que bo”; “¿Cómo te ha ido, Xa”. En el
interior, honrando el subtítulo, Ximo Salsadella (intuyo que se trata de un
pseudónimo) describe cincuenta restaurantes ubicados en polígonos
industriales de la provincia y los valora del uno al diez según los siguientes
parámetros: precio-calidad, servicio, servicios, parking y atención. En el
mejor restaurante, el menú cuesta nueve euros, la comida es buena y en el
parking caben, alineados perfectamente, treinta camiones. Me gusta este
pescabro: Guía mi-XA-lin. Es el último libro que compro en esta pescadería, ya
lo he decidido. Aunque la pescabrería abra mañana o pasado, el último pescabro
será éste: conectado con Castellón y haciéndole justicia a la naturaleza alimentaria del lugar en que lo compro. Se muere
entonces una palabra, casi un género (litero-alimentario). Menos mal que quedan
los cuartientos.
2 comentarios:
¡y de que era la conferencia?
De pescabros, Calpurnia. Esto siempre va pescabros.
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