Me voy a la cama con las peores
imágenes y sensaciones del día en la cabeza, relacionadas con la pandemia
actual. Para tranquilizarme, recurro a dos detalles buenos que logro recordar. El
primero, un hombre junto a la estación de trenes. Vestía una chaqueta cuya espalda estaba
decolorada por franjas y, grapado sobre estas últimas, un cártel: “Balmis”. Es
necesario explicarlo. En España, la Unidad Militar de Emergencias ha prestado
un invalorable servicio pulverizando calles, estaciones de tren, hospitales y
paradas de autobuses con lejía. A este servicio (y otros añadidos alrededor de
la evolución de la pandemia) le han llamado “Operación Balmis”. Francisco de
Balmis y Santander fue un médico militar del siglo XVII que, entre otras cosas,
proyectó y ejecutó el transporte y difusión de la vacuna contra la viruela en
las colonias españolas utilizando como medio de transporte niños huérfanos en
un viaje que ha sido novelado por Julia Álvarez y Javier Moro. No puedo
asegurar que su biografía fuese conocida por el hombre de la chaqueta decolorada, pero sí que este se había
sentado en un banco público un momento después de que la UME pasara y, en vez
de llorar la chaqueta perdida, decidió quedársela como recuerdo del coronavirus,
la UME y la “Operación Balmis”.
A partir de ello, recuerdo un par
de chicos que vi a cien metros de la entrada del hospital. Se notaba en ellos la
alegría de encontrarse. Normalmente se habrían abrazado y dado dos besos. Los
codos parecían querer despegarse de las costillas y las mejillas se veía que
luchaban por contener el gesto de aproximarse. Mejilla contra mejilla. Labios y
saliva contra mejilla. Saliva que ahora consideramos microbiana, como si nunca
lo hubiéramos sabido. Prefirieron mirarse tiernamente y compartir palabras
dulces. Él preguntó: "¿Volveremos a besarnos? ". "No lo
creo", respondió ella. Yo tampoco. En ese momento estuve convencido de que
una de las cosas que se llevará el coronavirus será el beso social, pero eso
ante tanta tragedia y destrucción es una tontería. Dolorosa e importante sí, pensé antes de conciliar el sueño, pero una tontería.
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