Una amiga del colegio de los niños me propone que le lleve un ejemplar de Médicos taxistas, escritores.
-Te lo pagaría, ¿sabes? -me promete-. Asi lo he hecho con los otros padres que me han traído sus libros.
No me extraña porque esos trapicheos son frecuentes en el colegio. Dinero para los cumpleaños, para el regalo de las profesores. Siempre estamos en eso, intercambiando monedas, mientras les pedimos a los niños que no lo hagan con sus juguetes.
Pero me abruma recibir de ella algunas monedas por este libro. Es una tontería mía, porque ejemplares tengo y las monedas nunca sobran. Pero es que ella es una persona especial y compartimos tácitamente varias cosas, sobre todo una mirada particular del patio en el que coincidimos cuidando nuestros hijos. Además, sé que ella tiene gallinas ponedoras.
-Mejor me traes unos huevos. ¿Te parece?
-¿Por qué no?
Pues hoy me los ha traído y yo le he dado un ejemplar del libro y de sólo verlos de tamaños y colores diferentes, irregulares en este mercado sosomonótono que hemos construido en occidente, de sólo verlos, estoy convencido de que en el trueque que hemos hecho el ganador tiene nombre de Slavko.
Yo conozco uno, ¿sabes?: todavía tiene la boca manchada de amarillo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario