20 may 2019

Bruno Martí, la última víctima de Josu Ternera




Un asesino solo puede ser un asesino aunque quiera ser otras cosas. Una vez irrespetado el derecho a la vida de los otros, el asesino puede intentar ser un padre ejemplar, un parlamentario excelente o un hábil negociador, pero nada de eso importa ni debe hacerlo. Es un asesino y de él recordaremos el rostro de sus víctimas y de los hijos de sus víctimas. Todo palidece ante los cadáveres que dejó diseminados, los cuerpos destrozados, las viudas, los huérfanos. Es lo que pasa con el asesino Josu Ternera: después de la explosión de Zaragoza, nada de lo que haya hecho antes ni después puede redimirlo. Ni siquiera la enfermedad importante. Sus dos cánceres, si acaso son ciertos, no alivian el dolor sembrado. Que no haya podido conocer a sus nietos tampoco. Para él la situación tiene un lado positivo: poco importan también sus delitos menores. El que parece ser el último es la creación de un personaje doblemente literario para sobrevivir en su huida. En la última estación de esta, el terrorista asesino se inventó al escritor venezolano Bruno Martí y decidió esconderse detrás de su falta de estímulos creativos para vivir con tranquilidad en los Alpes franceses. No es casual la escogencia: son cientos los escritores venezolanos que actualmente viven fuera de Venezuela. Además, en unos años en que hasta los periódicos carecen de papel, Venezuela es uno de los pocos países del mundo en que los escritores pueden ser personas absolutamente desconocidas y aunque escriban permanentemente carecen de bibliografía. No se editan libros, desaparecen los periódicos y las editoriales de fuera apenas publican unos pocos.  Josu Ternera lo sabe y se aprovechaba de ello. Creando a Bruno Martí (un escritor que no existe y por lo tanto carece de publicaciones, pero que si existiera, aun escribiendo todos los días, igual Google desconocería) se burla de una literatura que obviamente le importa un comino pero (comino mediante) se aprovecha de ella. No es tonto el Ternera, nunca lo fue a pesar de sus crímenes. Por si fuera poco, en la génesis de su último delito, el asesino políglota se permitió un guiño: llamar Bruno (moreno, en italiano) a su personaje. Si fuese una persona normal, incluso un delincuente menor, lo dejaría pasar. Siendo el asesino que nunca dejará de ser, invoca sin nauseas el vómito en escopetazo.

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