Un asesino solo puede ser un asesino aunque quiera ser otras
cosas. Una vez irrespetado el derecho a la vida de los otros, el asesino puede intentar
ser un padre ejemplar, un parlamentario excelente o un hábil negociador, pero nada
de eso importa ni debe hacerlo. Es un asesino y de él recordaremos el rostro de
sus víctimas y de los hijos de sus víctimas. Todo palidece ante los cadáveres
que dejó diseminados, los cuerpos destrozados, las viudas, los huérfanos. Es lo
que pasa con el asesino Josu Ternera: después de la explosión de Zaragoza, nada
de lo que haya hecho antes ni después puede redimirlo. Ni siquiera la enfermedad
importante. Sus dos cánceres, si acaso son ciertos, no alivian el dolor
sembrado. Que no haya podido conocer a sus nietos tampoco. Para él la situación
tiene un lado positivo: poco importan también sus delitos menores. El que
parece ser el último es la creación de un personaje doblemente literario para sobrevivir en su
huida. En la última estación de esta, el terrorista asesino se inventó al escritor
venezolano Bruno Martí y decidió esconderse detrás de su falta de estímulos creativos para vivir con tranquilidad en los Alpes franceses. No es casual la
escogencia: son cientos los escritores venezolanos que actualmente viven fuera
de Venezuela. Además, en unos años en que hasta los periódicos carecen de papel, Venezuela es uno de los pocos países del mundo en que los escritores pueden ser personas
absolutamente desconocidas y aunque escriban permanentemente carecen de
bibliografía. No se editan libros, desaparecen los periódicos y las editoriales
de fuera apenas publican unos pocos.
Josu Ternera lo sabe y se aprovechaba de ello. Creando a Bruno Martí (un
escritor que no existe y por lo tanto carece de publicaciones, pero que si
existiera, aun escribiendo todos los días, igual Google desconocería) se burla
de una literatura que obviamente le importa un comino pero (comino mediante) se
aprovecha de ella. No es tonto el Ternera, nunca lo fue a pesar de sus crímenes.
Por si fuera poco, en la génesis de su último delito, el asesino políglota se
permitió un guiño: llamar Bruno (moreno, en italiano) a su personaje. Si fuese
una persona normal, incluso un delincuente menor, lo dejaría pasar. Siendo el
asesino que nunca dejará de ser, invoca sin nauseas el vómito en escopetazo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario