29 may 2019

¿Para qué sirve escribir? (últimas regulaciones)




Asociada al ideal de belleza que impregna la mayor parte del quehacer artístico de la escritura se cree y se dice que sirve para cantar, amar y enarbolar los valores positivos de la especie humana y de su tránsito por el universo. Esta circunstancia permite que le dé belleza al dolor y al sufrimiento, incluso al amor, que es un sentimiento que por sí solo no tiene que ser bello por fuerza. Hay también una posibilidad, asociada mayormente a la narrativa, que permite que la escritura sea útil para describir y retratar la realidad, mayormente con intención de mejorarla.

Sin embargo, la escritura sirve también para fijar posición y exigir respeto a ella. No me refiero a los insultos que recibía Lesbia de Cátulo. Tampoco a la canción de protesta ni a la novela negra. Me refiero, sí, a la defensa de los derechos en una sociedad que, reduciéndonos al rol de usuarios y consumidores, nos trata a través de programas informáticos y, cuando es necesario argumentar razón y reclamar los errores cometidos a partir de sus algoritmos, nos dirige a oficinas virtuales que sustituyen las antiguas hojas de reclamación o el trato directo con proveedores.

Ese es también ahora uno de los usos de la buena escritura. Reclamar, defender los derechos del ciudadano expuesto. Lo ha hecho siempre el escritor desde la tribuna periodística y lo hace también ahora como ciudadano defendiendo sus derechos y los de su grupo ante las defensorías y centros de reclamación. No es mentira, ni siquiera ironía. Una reclamación sutilmente escrita surte más efecto que una que carezca de espíritu literario. Se genera de esa manera una nueva utilidad del quehacer escritural. Si hace veinte años llorábamos de alegría viendo a la escribiente que en Estación central de Brasil escribía por encargo cartas de amor, ahora puede ser el escritor quien ofrezca sus servicios frente a los bancos y las grandes superficies, a un lado de las telefónicas y los colegios. “Escríbeles que me han robado, que han abusado de mí”. “Diles que es inadmisible lo que han hecho con mi hija”.

El escritor les escucha y, solo si es bueno y sensible, puede escribir adecuadamente el reclamo de tanto dolor burlado.

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