4 ene 2013

Hugo Chávez: la enfermedad en campaña

 
 
 
Politólogos, militares, periodistas, políticos y obispos se cansan de especular sobre la enfermedad y la posible fecha de muerte de Hugo Chávez Frías. Murió durante la cuarta operación, dijeron los periodistas, en la segunda semana de diciembre, pero resucitó porque debía morir el 17 como Simón Bolívar y con gobernadores apenas elegidos. No pudo morir, no hubo acuerdo ese día y lo enchufaron entonces, pensando desenchufar la noticia de su muerte el día de Navidad en una Caracas inundada de sueño y alcohol. Era una maniobra de militares y políticos, pero tampoco funcionó y entonces apareció el primero de enero: mejor entonces, más alcohol, menos zozobra. Ese día, pasaron mañana, mediodía, tarde y noche sin que se produjera ninguna eventualidad y ahora el obispo anuncia el 10 de enero como la fecha posible, no se sabe de qué.
Mientras tanto -siempre a través de la boca de políticos, periodistas, sacerdotes y politólogos- los ciudadanos aprenden nuevos significados de expresiones médicas de siempre. "Insuficiencia respiratoria" puede significar dos días, aunque es necesario recordar que "células cancerígenas" en la boca de Fidel Castro ha significado hasta ahora dieciséis o dieciocho meses. Se construye así un nuevo glosario médico. "Traqueostomía" es una eventualidad que le da más chance a Maduro, pero "ano artificial" -no se sabe como ni por qué- parece anunciar un mandato de Dios en forma de Cabello.
Hablan todos menos lo que debían hablar, pero parece que lo hacen con miedo. Miedo a la enfermedad, miedo a la palabra cáncer como si estuviéramos en medio de un ensayo de Susan Sontag. Miedo a que todo sea mentira y el 10 de enero, en lugar de un ataúd rodeado de militares, aparezca en Caracas un ex-militar vengativo diciendo "tú me mataste, tú también me mataste y ahora yo te voy a joder". Esta historia médica en boca de militares, políticos y periodistas parece más bien una novela de suspenso o la cuarta entrega de El Padrino. Si hablamos de cine, es necesario decir que La Habana una vez más se propone como escenario ideal: con intriga, secretismo, palmeras doncellas y espías que de la CIA corren al Pentágono para decir que con Maduro es posible el diálogo.
Pero el asunto vuelve a ser que hablan todos menos los que debían hablar. La palabra cáncer se desfigura, las células malignas se multiplican, la infección respiratoria agoniza y el sufrimiento duele más cuando son usados con fines políticos para aparecer, desparecer, postergar, negociar o mentir. Es que, insisto, hablan todos menos los que debían hablar.
En este ejercicio de intrusismo, el "suelo pélvico", las "vértebras metastizadas" se han convertido en publicidad electoral. Se leen como días de vida, pero significan votos para uno o para otro. A través de estos tumores, políticos y militares consolidan sus opciones. Mientras tanto, la oposición calla o habla tímidamente, como si la cosa no tuviera que ver con ellos. Parece haber miedo a que el cáncer se contagie si la palabra maldita entra o sale de la boca. Así lo hicieron durante la campaña para las elecciones de octubre y diciembre y así lo hacen ahora. Mientras tanto, los tumores crecen o desaparecen y el ABC anuncia que el paciente está en coma inducido.
Esta historia clínica virtual es terrible, caótica. Parece más bien un cajón de sastre. La anamnesis la hizo Fidel Castro hace casi dos años cuando le explicó a Chávez -fue su deseo, qué horror- la naturaleza de su enfermedad. La enfermedad actual y los antecedentes corrieron a cargo del periodista Nelsón Bocaranda Sardi. La exploración física la divulgó el propio paciente. Y ahora están a cargo de la historia Nicolás Maduro desde La Habana, el Ministro Villegas en cadena nacional de radio y televisión y el yerno ministro a través de Tweeter. El único médico que de vez en cuando aparece es uno de apellido Marquina que da informes desde Miami o Bogotá, más en plan de chisme que de cualquier otra cosa.
En un ejercicio tan desmesurado de fantasía e intrusismo, la enfermedad puede traer dolor, muerte y sufrimiento, pero igual no es real. Falta una bata blanca, falta una puta bata blanca que nombre la enfermedad desde la medicina. Que venga un médico, coño. No importa que sea cubano, ruso, brasileño, español o venezolano. Que venga un médico de una buena vez. Para que ayude a vivir o a morir al paciente. O para que cierre esta historia médica que así, a la vista de todos, ya no tiene ningún sentido.

2 comentarios:

Mª ana dijo...

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Traumatólogo escrupuloso dijo...

El cancer forma parte del ser humano. El gran fracaso de éste es haberselo contagiado a la humanidad.