29 dic 2014

Después de entregar los regalos, Santa Claus tiene guardia en el hospital




Al hijo pequeño le intriga que el día de Navidad
papá (que es Santa Claus y Papá Noel) deba trabajar
en el hospital,
y pregunta cómo será la guardia
quién acudirá, si el trabajo será más fuerte que traer millones de juguetes
desde Finlandia (No puede ser, ¿verdad?)
pero sobre todo quién trabaja además de papá
(¿Por qué? ¿Lo han elegido o simplemente les ha tocado?).

El hijo se sorprende al saber
que mayormente es un asunto voluntario:
(¿Por qué? ¿Acaso no quieren comer con la familia?).
No se trata de eso, le responde el padre.
Es que alguien tiene que trabajar.
(Pero, ¿y qué se come?).
Para ello al mediodía se reúnen médicos y enfermeros,
los que vienen de Finlandia y de Cirugía,
los de Medicina Interna y República Dominicana.
Parece una convención internacional de Santa Claus
y los camareros de siempre visten levita,
nada de camisas percudidas
ni pantalones manchados de bechamel,
y no permiten que Papá Noel agarre la bandeja
y se sirva él mismo lo que quiere.
(Siéntese en la mesa, doctor, enfermero,
usted que es Santa Claus y Papá Noel,
siéntese que nosotros le llevaremos
los aperitivos, el primer plato y el segundo,
los cafés y una bandeja de turrones).

Igual los pacientes luego comienzan a venir,
agobiados, sufrientes.
Ellos también han sido Papá Noel y Santa Claus.
(Felicidades a todos, pero no puedo más).
La convención internacional se ha multiplicado.
El día de Navidad, la ciudad toda es un gran centro de convenciones
y el hospital apenas una de sus salas.
Así la vida continúa. Y la enfermedad. Incluso la muerte.

Al día siguiente, el día de San Estebán,
padre e hijo armarán el juguete
que vino de tan lejos.
(¿Lo dices en serio? ¿Me lo prometes?).
Ya verás que sí, pero luego has de estar junto a mí,
mientras yo duermo.
La de Navidad es una semana difícil para papá.
(Es que no sólo eres Papá Noel y Santa Claus,
eres el médico de guardia también).

23 dic 2014

Otra vez, Cuartiento de Navidad (porque la vida es cíclica)

Que te den todo lo que te han prometido.
Que te traten bonito. Que te vaya mejor.
Que no te toque trabajar en los días señalados y, si te toca, que te puedas conectar a la red para leer Cuartientos.
Que no te obliguen a cenar en compañía de la familia política. Y si lo hacen que te expliquen por qué. ¿Por qué la llaman familia, por qué política, si no es ni lo uno ni lo otro?
Que tengas huéspedes agradables en casa o un anfitrión generoso.
Que los niñitos te quieran.
Que te regalen lo que de verdad deseas o que no te regalen nada.
Que a nadie se le ocurra contar delante de ellos que una vez te disfrazaste de Papa Noel.
Que te inviten a comer una hallaca y puedas hacer en casa tu propio pan de jamón.
Que el vino sea tinto.
Que no te fotografíen borracho ni desnudo y, si lo hacen, que no cuelguen las fotos en ninguna parte.
Que no tengas que conectarte mucho a facebook.
Que recibas una llamada bonita e inesperada.
Que te deseen feliz navidad en tu lengua o con una voz bonita.
Que veas una flor. Mucho mejor si la planta crece en tu balcón.
Que te toque la lotería o que te des cuenta que la lotería ya te ha tocado.
Que te den un beso, pequeño o grande, un beso sincero.
Que se te escape una lágrima. Y una sonrisa.
Que comas y no te preocupes por engordar.
Que esta navidad sea intensa e interna, que ocurra dentro de ti. Que la máquina de coser no se dañe.


Mecanismos belén. Fotografía de Javier Roy. Reproducción autorizada por el autor.

13 dic 2014

Final de guardia


A las cinco de la madrugada, mientras el frío y la lluvia no dejan salir a los pacientes de sus casas, un médico y dos enfermeras leen poemas de William Carlos Williams en las urgencias del hospital.
-El también era médico, ¿sabes? -le dice la enfermera más joven al galeno.
-Es que yo nunca he podido entender la poesía -responde él.
-No es cuestión de entender. Para eso ya tendrás tiempo -le dice ella convencida y empieza a leer en voz alta, invitándolos a que sigan el poema en la pantalla del ordenador.
Treinta minutos antes, esa misma pantalla permitió la lectura de un diagnóstico feroz. Y al inicio de la guardia registró dos electros planos. Ahora aparece en ella una mujer joven y alta, sin sombrero, que examina el interior de una zapatilla, intentando sacar el clavo que la lastimaba.
La enfermera continúa leyendo y el médico le pide ahora leer juntos el poema de la parturienta..
La otra enfermera, abstraída, piensa que en este hospital también hay parturientas. Hay incluso enfermas mortales, embriones que se pierden, fetos que comienzan a llorar. Alguna carretilla seguro habrá en la última planta y, en el patio psiquiátrico, cada cierto tiempo un casco de botella verde se convierte en alucinación con percepto.
Así han pasado por lo menos cinco minutos. Los tres parecen detenidos en el interior de un poema de William Carlos Williams. Gracias a él se sienten más humanos y los ojos del médico, hasta ahora imperturbables, dejan ver las durezas de la guardia. Igual ninguno quita la atención de la pantalla. No se dan cuenta que la lluvia ha amainado y los despierta el anuncio de una visita pendiente. 
Ha terminado la tregua, ya comienzan a llegar los pacientes. Pero el médico ahora sabe que no es necesario entender la poesía..