4 oct 2013

Una silla

 
La silla número cuatro se dañó hace tiempo. Fue comprada en M, pero la hicieron en H. No resistió ni siquiera una novela. También es verdad que yo con cada novela me demoro un montón. Quedaron separadas sus patas y su espalda, sin piernas y sin nada más. Yo las guardé en el trastero: "Algo haré con ellas", me dije como los viejos. "Algo haré". Y los amigos  me decían: "Tire eso, compadre. Deje de acumular cosas, basura".
Hace dos días, comencé a buscar una silla, una simple silla para sentarme un rato y descansar.
"Ahora, lo que necesito ahora es una silla", me dije a las cinco de la tarde.
Sillas libres no había. Todas estaban ocupadas. Sobre cada una dos libros o un juguete.
Bajé al trastero y cogí la espalda de la silla desmontada. Por la ventana vi un tronco viejo en el patio del vecino y se lo pedí. Luego cuatro tornillos y un cojín.
Lo dispuse todo en apenas dos o tres minutos.
"Ésta es mi silla, mi silla de hoy. La he inventado yo".

1 oct 2013

¿Acaso la narrativa es una especialidad médica?

 
(fotografía de J. Sánchez)
 
 
Por supuesto que sí, qué duda cabe, siempre que el especializando sea un medritor y la narrativa no sea su única especialidad. Si cumple estas condiciones, la narrativa incorpora una comprensión global de la historia de la enfermedad, profundiza en sus precedentes y visualiza sus consecuencias. Aun más, la capacidad narrativa de detenerse en lo aparentemente nimio multiplica el sentido de la medicina. Se me ocurre un ejemplo. Un hombre que llora todas las tardes desde hace 36 meses no es simplemente un distímico si el llanto es propiciado por su hijo -que hace sonar en el ordenador canciones de su infancia- ni mucho menos si el niño lo hace porque casi contemporáneamente con el llanto el padre ríe celebrando la ocurrencia.
¿Es posible entonces que muchos médicos sean medritores sin saberlo? Es posible, sí, y para asegurarlo habría que revisar sus historias médicas e indagar en sus aficciones.
Puestos ya en el tema, se me antoja casi natural una tercera pregunta: Y la poesía, ¿también es una especialidad médica? Seguramente sí. Aporta sensibilidad, mejora el trato con el paciente. Pero yo (yo mismo, yo del yo, el ello y el súper yo), yo casi no la ejerzo.