23 jun 2013

A favor y en contra de los fines de semana


 
El viernes en la tarde un vecino insiste en que yo alguna vez le dije que el vello corporal se escribe y dice con la labial b de Barcelona.
-Es improbable -le digo-, porque los asuntos de la b y de la v siempre han sido importantes para mí.
-Sí, pero aquella vez tú lo dijiste y todos en la mesa así lo entendimos.
No pude ni puedo todavía entender qué pretendía, cuál era el objetivo de tanto afán didáctico y recriminatorio.
-¿Es que acaso es muy importante para ti? -le dije en un intento de conciliación, ya no con él, sino con el fin de semana.
-Es que tú lo dijiste. Todos los que estábamos en la mesa lo escuchamos -dice el hombre.
-Lo lamento en todo caso, pero no es así, se escribe con v.
-Es lo que yo digo.
-Pues sí, lo que pasa es que cada quien escucha y entiende lo que quiere escuchar y entender.

El sábado en la mañana veo una pareja jugar al tennis. Ella tiene fuerza, grita y pelea cada pelota, corriendo como una tigresa sobre sus setenta años. Él tiene un juego de fondo, más pausado, pero sumamente efectivo. Dos o tres años más que ella, cuando no le toca responder con el revés, se lleva la mano izquierda a la boca de la traqueostomía. Ganaron tres partidos seguidos, uno tras otro. Cuando regresaban del podio, la felicité y ella me dio una palmada en el pecho, del lado del corazón
  
 
En la tarde, acompaño a mi hijo que tiene partido. Él y un amigo juegan contra una pareja mixta. Ella, tres años mayor que el resto, altera con trampas permanentemente el puntaje. Toda pelota en contra intenta convertirla a favor a pesar de las evidencias.
-Canta cada pelota -le aconsejo a mi hijo, que se acerca a mí desesperado.
Así lo hace y al final, él y su amigo logran derrotar a los tramposos.
-¿Qué te parece? -me pregunta Alessandro cuando termina el partido.
-Que la niña ya puede casarse y divorciarse. Se lo llevaría todo.
 
Domingo en la mañana. Salgo en bicicleta con JC. En la subida más larga, debí bajar. Luego, las otras subidas me parecían un asunto de niños. Menos mal porque, ya al final, JC jugaba a despistarme. Casi lo hizo una vez y finalmente lo logró en la última.
Cuando nos despedíamos, me preguntó qué haría yo en el resto del día.
-Voy a hacer una paella para extranjeros.
JC lo sabe. Yo sólo cocino paella para personas nacidas fuera de la Comunidad Valenciana.
-¿Por qué? -me preguntó la primera vez que se lo dije.
-Porque para que un valenciano reconozca que a un venezolano la paella le ha quedado buena tiene que ser mucho mejor.
-¿Mucho mejor qué?
-Mucho mejor persona -le dije aquella vez.
-¿Y luego qué harás? -me preguntó hoy mientras se bajaba de la bici.
-En la tarde voy a escribir. Ya está bueno de no hacer nada durante tanto tiempo.

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