19 feb 2014

La ladrona de figuritas


Me cuenta una amiga que todas las semanas va una mujer a su casa y le roba una figurita. 
-Eso pasa desde hace dos o tres meses. 
Inicialmente se robó un pequeño busto de Mozart que mi amiga había comprado en Viena.
-No pude creer que era ella -refiere ahora mi amiga, que tiene algo mas de ochenta años-, porque esta mujer siempre había gozado de mi aprecio. Por eso preferí pensar que se trataba de un descuido mío.
Pero a las dos semanas desapareció una figurita del niño Jesús.
-Era obvio que era ella.
-¿Por qué?
-Es que casualmente había limpiado la imagen antes de su llegada y, después, cuando ella se fue, el niño Jesús ya no estaba.
-Qué hija de puta.
-Te agradezco que no digas groserías cuando hablas conmigo -mi amiga en su tiempo fue una mujer irreverente y de vanguardia pero las malas palabras nunca las ha digerido.
-Perdóname, no lo volveré a hacer -el secreto de nuestra amistad radica en que yo no discuto con ella por esas cosas.
A las dos semanas, la ladrona de figuritas volvió a atacar. Se ve que esta mujer, llamémosla la mujer Ch ya que su apellido es Chirinos, tiene la perseverancia como virtud y el robo como defecto.
 -Pero, ¿por qué se lo permitiste? ¿Por qué no le dijiste nada?
-¿A qué te refieres?
-A que no tiene sentido que aceptes todas las semanas la visita de alguien que sabes que te va a robar.
-Y tú, ¿qué hubieras hecho?
-Y yo qué sé. Ponerle alguna trampa. Embadurnar de mierda una figurita.
-Recuerda lo de las groserías.
-Perdón. O meter un micrófono en una.
Mi amiga ríe. Está en ello por lo menos medio minuto y luego vuelve a hablar.
-Yo he hecho una cosa diferente.
-A ver, cuéntame.
-Todas las semanas, cuando sé que viene, voy a la tienda de los chinos, compro una figurita barata y la coloco sobre el piano, donde sé que ella cuando venga la va a robar.
-Pero, ¿para qué?
-Es que me gusta ver cómo tiembla esperando que yo voltee o vaya a la cocina. Me gusta ver su mirada culpable, la rapidez con que luego se despide. Para mí es como una obra de teatro.
-Si es así, yo ya tengo su título.
-A ver, ¿cuál?
-La doctora Ch.

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