5 dic 2017

Vinilos: canta Gardel herido



Basta comprar un tocadiscos para que los vinilos cobren vida en los alrededores. Despiertan como si fueran espías de la guerra fría a quienes se ha implantado un chip misterioso. Se mueven, se hacen desempolvar, piden ser limpiados con una gasa húmeda y empiezan a ser vistos en los rincones en que los había depositado el compact disc. Apenas llegan al salón y encuentran el aparato recién comprado, explota su música verdadera y profunda que, como diría Vicente Gerbasi," retumba como un sótano en el cielo" y por si fuera poco incorporan a la vida su memoria de objetos de otro siglo que han vivido exilios, desexilios y abandonos, que han cambiado de piel, que han sobrevivido humedades, tremedales. Un vinilo resurrecto es como una persona que ha enviudado dos veces y cambiado cuatro de país. A veces llora, pero también sonríe, feliz, orgulloso de sí, contento de la oportunidad de sonar otra vez y así crear una nueva vida. Por allí viene Giuseppe Verdi. Trae su Nabucco y, dentro de él, el "Va pensiero". No es solo la melodía bellísima la que conmueve, sino la foto en el fondo del estuche: una muchacha de mirada profunda y piernas larguísimas junto a un camión que anuncia viajes de Castellón a Italia. Detrás del camión, un cartel dice "Bar San José".  Podría equivocarme, lo sé, pero apuesto diez mil pesetas a que la muchacha ayudaba en el bar de sus padres y alguna vez pidió a los amigos del camión que le trajesen un disco de Italia. Quizá por allí también vino Paganini. El estuche está destrozado y lo recompongo con el pegamento y la cartulina de los niños. También corto y pego dos fundas de plástico. Vale la pena: por Paganini, porque el vinilo trae el "Concierto Nº 4 en La Menor" y porque el estuche cuenta cómo esa partitura se había perdido en 1835 y fue rescatada un siglo después por Natale Gallini. Perdido dos veces, el concierto de Paganini llega a mis manos y suena de manera imposible en mis oídos. Vienen muchos vinilos más, pero el de Gardel se lleva el premio. Junto al agujero central, otro agujero deforma el disco. Es la perforación de un taladro, pero parece una herida de bala. Viéndola es imposible no recordar  la versión según la cual un músico de la orquesta mató de un disparo a Gardel en el interior del avión que apenas despegaba en el aeropuerto de Medellín. Fue una riña amorosa: Gardel le habría quitado la novia la noche anterior y el músico así vengaba su osadía. En este momento es necesario aclarar que esta versión de la muerte de Gardel ocurrida en 1935 no es la que más seguidores tiene. En todo caso, este vinilo producido en Venezuela también tiene historia. Es de pasta gruesa y el agujero que le han hecho huele a agentes aduaneros buscando mercancías ilícitas. Mi vecino lo dice mucho más claro: "Creían que traía dentro cocaína y lo perforaron". Está bien así. Igual suena y, haciéndolo después de la trepanación sufrida, da por buena la versión del disparo e incluso agrega la posiblidad de que Gardel sobreviviera. Así fue, al menos en este cuartiento y mientras escucho sus tangos desgarrados: Gardel sobrevivió, los amigos compusieron la escena de su muerte y él, aunque con otros nombres, siguió cantando. Herido, pero cantando: Carlos Gardel, su vinilo eterno.

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