7 ene 2011

Aquel colegio de mi año doce


En junio, el profesor de historia universal cerró el libro en la mitad de las cruzadas. La de educación sexual, en cambio, no pudo pasar del onanismo; el de castellano llegó con dificultades a la letra ele; y el de artística, siempre inclemente, detuvo el último interrogatorio mucho antes de Picasso, en La nave de los locos. Por el resultado, nefasto para mí, de esta evaluación, en mi casa se enteraron del incumplimiento del programa y decidieron cambiarme a otro colegio donde los profesores habían llegado a la segunda guerra, el frotismo, la eme y la lata de sopa de Warhol. En los años que me llevó ponerme a la par de mis nuevos compañeros, pensaba en aquellos antiguos y los imaginaba en un mundo sin dinamita, desconocedores absolutos de la pintura abstracta y, obviamente, masturbándose. Envidiaba, lo reconozco, algo de su situación: tendrían más tiempo para jugar y, al insultarse, no se llamarían Hitler ni Mussolini. Luego los fui olvidando, poco a poco, sin pensar que ahora volverían a aparecer. No se trata tan sólo del recuerdo, sino que, en el último año, uno de ellos llamó a mi teléfono, me agarró desprevenido y, al ofrecimiento de integrarme a un club de ex–alumnos, con la guardia baja, respondí dándole mis señas. No he ido a sus reuniones, no me siento preparado todavía, pero a través de sus e-mails me entero de los resultados. El que encontró mi teléfono e hizo la llamada es detective y escribe con naturales errores ortográficos. Otro permanentemente envía películas pornográficas: es publicista. Como en todos los clubes, hay administradores, traumatólogos, profesores e ingenieros. En éste, además, hay dos ex–presidiarios y tres curas. Eso contando el profesor de artística que también acude a las reuniones. Gracias a la cirugía plástica, parece que hubiera sido el alumno más pequeño del grupo y, delante de él, ninguno ha hecho referencia a Dorian Gray. Hace dos semanas organizaron una fiesta que terminaron a golpes luego de que el detective comunicara su decisión de convertirse en evangélico. Los católicos se quedaron en el local y los evangélicos se hicieron a la mar, con el pretexto de pescar camarones. Vi el video de esta reunión en un cibercafé mientras desplazaba mi cuerpo hacia la izquierda. Procuraba rozar una vecina estupenda.

1 comentario:

Unknown dijo...

Slavko, cada vez me rayas mas, yo creo que llegue a la z, pero sin tildes... como ahora ya son democrátas pueden venir o no, mi escasa formación se diluye en la nueva ortografia panhispánica de la ye (que en la villa de mis antepasados y en la mia es como se llamaba a los asnos)

Dada la proximidad de mi centro escolar yo si que he ido a esas reuniones de dos tribus urbanas de una misma promocion: pijos insoportables o pijos de izquierdas vestidos de hippie en tiendas exclusivas. Traumatologos como no hubo me los busque fuera...

Que tienes tu con los traumatologos????