19 jun 2011

Béisbol o fútbol: una historia de amor






a RD
Recuerdo sus ojos y, sobre todo, los rápidos movimientos de su boca mientras contaba esta historia, una historia de amor, pero no recuerdo el país en que lo hacía.
Absolutamente cierto, no logro recordar si se trataba de Venezuela o de España. Y mira que es importante en este caso el lugar, porque si se trataba de Venezuela el deporte en que se escenifica esta historia es el béisbol. Si de España, el fútbol.
El asunto es que se trataba de la historia de dos personas, él y ella, que se amaban apasionadamente. Ella era la persona que deseosa de librarse de una duda me regaló un pedazo de su vida, en un encuentro literario o en un despacho de hospital. Y él era un renombrado jugador: de béisbol o de fútbol. Ambos adoraban los automóviles alemanes. Ella los Volkswagen de color rosa. Él prefería los Mercedes azules.
Cuando él llegó para reforzar el equipo local, ella lo conoció gracias a la hija del presidente, el del equipo. Comenzaron a salir casi inmediatamente y el equipo se cansó de ganar esos dos años. Pero él no podía jugar con el equipo una tercera temporada. Tenía que partir: su carrera debía continuar y un equipo más fuerte pretendía contratarlo.
Inicialmente estaba contento, formaría parte de un equipo con el que todos querian jugar. Pero luego no, ella no podría acompañarle: los prejuicios, la familia, la falta de tiempo para organizar una boda, esas cosas.
-Si me lo hubieras dicho aunque sea un mes antes. Pero así no puede ser.
Él finalmente partió y nunca más volvieron a verse.
Cinco o diez años más tarde, ella viajaba con su familia (marido e hijos) en el infaltable Volkswagen. Lejos, bastante lejos de casa, sintieron cómo un Mercedes azul se aproximaba e inusualmente permanecía más de tres minutos detrás de ellos. Luego los superó lentamente, como si el conductor quisiera ver quiénes viajaban en el Volkswagen rosa. Ya adelante, en lugar de perderse inmediatamente en el fondo de la carretera, por otros dos o tres minutos estuvo allí, entorpeciendo la marcha.
-Es como si quisiera decirnos algo, pero no se atreve -dijo su marido y ella no respondió.
Quería mirar, pero tampoco podía. Prefería permanecer con la duda. Y así se quedó, con al duda para siempre, porque el Mercedes finalmente se marchó.
-Siempre he pensado que se trataba de él, pero no lo sé. Si algún día lo encuentro, se lo preguntaré, pero con pocas palabras, Slavko. A los futbolistas hay que decirles las cosas con muy pocas palabras.
Era un jugador de fútbol, ¿ves? Y seguramente escuché su historia en la Valencia que habito, a trescientos cincuenta kilómetros de Madrid.








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