¿Cómo saber entonces si fui yo quien la ofreció o si el periódico para el que eventualmente colaboraba en Caracas me lo pidió? El asunto es que, gracias a los favores de un amigo, conseguí el número telefónico de Vila Matas y lo llamé pidiéndole una entrevista para El Nacional. Cuando finalmente aceptó, salté -debería escribir "caí"- de alegría y me fracturé el escafoides de la mano derecha: "Fx de escafoides derecho", escribió el médico de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El encuentro terminó en la Librería Central, pero no comenzó allí, porque me recuerdo esperando junto a él la salida de los niños de Colegio Italiano, cerca de Paseo de Gracia.
Al final de la entrevista, que incluyó una comida en la que yo no pude comer mucho porque tenía la mano derecha escayolada, le di a firmar un ejemplar de Bartleby ... y, no pude evitarlo, le entregué un ejemplar de Barbie, una noveleta que yo había escrito cinco años atrás y que Israel Centeno había publicado en Caracas.
Hubiera querido dedicársela, pero no podía. Lo recuerdo todo muy bien: cuando le entregué con la mano izquierda el libro, Vila Matas lo sopesó y, abanicando sus treinta hojitas, hizo referencia a lo pequeños que podían resultar algunos libros publicados en Latinoamérica.
Ese encuentro me hizo más devoto de Enrique y me ayudó a tener una relación más completa con su obra. Luego, incluso, creo que en una ocasión cambiamos algún mail y, en otra, un saludo con ocasión de un viaje suyo a Venezuela, donde debía ser jurado del premio Rómulo Gallegos.
Lo había olvidado todo hasta hace dos días que me puse a hurgar en una página de libros usados en Internet: los libros usados son un género que siempre me ha gustado y que, como se ve, no he dejado de frecuentar.
Entre las cosas que encontré había un ejemplar de la novela Barbie "dedicado por su autor", yo, yo mismo, "a Enrique Vila Matas".
Alguien podría pensar que me disgustó el encuentro y seguramente se equivoca. Siempre he amado los remates de libros y prefiero encontrar un libro mío allí que en una librería glamurosa aunque esto último nunca me ha sucedido. Me encantó el encuentro y, de hecho, he comprado el ejemplar, que en estos momentos se desplaza hacia mi casa desde Madrid.
Lo único que deseo aclarar es que yo nunca dediqué un ejemplar de ese libro a Vila Matas, que cuando se lo di ni siquiera lo firmé. No podía, soy diestro y entonces tenía la mano derecha escayolada.
¿Quién lo hizo entonces? Quizá lo sepa dentro de poco, cuando el libro llegué a mi atalaya en Puzol, junto a Valencia.
Por si acaso, el primer sospechoso es Enrique, Enrique Vila Matas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario