Parece que fue ayer, pero ya han pasado dieciséis años de la publicación de Barbie por Memorias de Altagracia, la pequeña gran editorial de Israel Centeno y Graciela Bonnet. Era el siglo pasado: Chávez estaba en la cárcel o acababa de salir de ella, los carros se alimentaban de gasolina y Óscar Palacios intentaba convencerme de que aprendiera a navegar en Internet.
Acompañado de Israel y Juan Carlos Méndez Guédez, presenté la novelita en la Feria del Libro de Caracas. Era yo y no quisiera volver a serlo, porque ése fue un año de mierda, de mucha mierda, que fracturó mi vida y estuvo a punto de dejarme sin arreglo ni compostura posibles.
Lo recuerdo, sí, lo recuerdo muy bien. Cuando me invitaban a alguna lectura, yo sacaba mi librito y comenzaba:
-Bla bla, chaca chaca.
No habían pasado ni siquiera sesenta segundos e inmediatamente se me atravesaba la parte más procaz del libro. Igual la leía.
-Barbie, putica linda, qué bien te ves con las piernas amputadas. Barbie lesbiana, bella, tú que sólo sirves para masturbar ...
Así las viejitas se horrorizaban. E incluso algún muy joven escritor.
-Eso no es literatura. La literatura venezolana debe ser... Chaca chaca, bla bla.
Evidentemente, alguien, ellos o yo, estaba en el lugar equivocado. Seguramente yo.
En todo caso, no fue por eso que dejé de leerla. Simplemente vinieron otros textos, algunos más procaces, y yo, ocupado en el asunto de suturarme las heridas y escayolarme el cerebro, dejé de asistir a lecturas.
Luego, en 2006, la generosidad de Víctor Bravo permitió que la novelita saliera junto a otras dos novelas, Círculo croata y Pésame mucho, en un volumen: 3 novelas. Claro que sí, en ese momento volví a releerla en silencio, buscando gazapos.
Hoy, nada es casual, la he encontrado de nuevo, metida en una página web que monté cuando vivía en Salerno y fingia ante los ojos de mi suegra y la barbie (por decir algo) de su hermana que escribía la tesis doctoral. Alguna vez había intentado leerla, pero el exceso de publicidad lo impedía. Hoy, en una primera lectura que hice a través de un servidor más seguro que el de la casa, no he visto publicidad ninguna y pensaba invitar a los amigos de cuartientos a visitarla. Pero, ahora en la casa, la publicidad ha vuelto a la novelita. Si ya era difícil sin publicidad, con mensajes que te invitan a bajar de peso, a volar en aereolíneas estrechas o a calcular tu índice de masa corporal, pues ahora lo es un poco más.
Post-scriptum (por Alfonso M: M de Morfinómano, Mujeriego y Materialista). Barbie, bípeda multiforme. Si no tienes whisky, no toleras la publicidad y no quieres meterte en una historia de santos, huesos y ministros del gobierno de Ante Pavelich, pero quieres leer Barbie, te quedan dos posibilidades todavía: intentar comprar el ejemplar que presuntamente firmó Enrique Vila Matas haciéndose pasar por Zupcic (nunca llegó a sus manos, seguramente todavía está a la venta) o simplemente esperar una próxima edición. Próxima, muy próxima.
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