(para dos adultos y dos niños
comedores: uno per quattro, quattro per uno)
Ve al súpermercado y compra harina de
trigo, mozzarella, tomate y levadura de panadería. Olvídate de los
polvos, no sirven para nada. Al llegar a casa, luego de lavarte las
manos, vierte aproximadamente medio kilo de harina en un tazón.
Agrégale una pizca de sal, un poquito menos de azúcar y la mitad de
la levadura indicada para hacer pan. Mezcla los ingredientes con el
tenedor y mete en el microondas un vaso de agua hasta entibiarla.
Agrega al agua un chorrito de aceite de oliva y, lentamente, mientras
continúas mezclando con el tenedor, añade el líquido a la harina y
los otros ingredientes. No le metas la mano porque la harina
no está preparada todavía y, si lo haces, te costará un poco más
de trabajo limpiarte luego. Insiste con el tenedor hasta que veas que
la masa va adquiriendo consistencia. Ahora sí, ya puedes meterle
mano, ayudándote siempre con la harina. Disfruta ese momento, no
importa que te canses: es la secuencia más hermosa de la pizza hecha
en casa. Continúa. Dale vueltas, haz una pelota gigantesca,
aplástala contra la mesa. Construye ahora una torre. Destrúyela.
Así durante varios minutos. Habrás terminado con la masa cuando
sientas que ella es absolutamente homogénea y no se queda pegada ni
de tus manos, ni de la mesa ni del tazón. Es una masa autónoma
entonces, independiente, cree que tiene vida propia. Pues va a ser
que no. Divídela en cinco trozos, cinco pelotas de masa, cinco
masitas que haz de conservar en envases herméticos, de ser posible
individuales.
Lávate las manos. Toma una pausa,
busca a Pino Daniele y comienza a escuchar: "Napul'è", "Na
tazzulella di caffe" y "Je so pazzo". Muy bien. Ya
puedes hacer el tomate. Abre la lata. Vierte su contenido en una
cacerola pequeña que primero has mojado con un poquito de aceite.
Agrégale media cebolla llorona, tres hojitas de albahaca, sal al
gusto y déjalos a fuego lento durante veinticinco minutos.
Vuelve a lavarte las manos y, todavía
escuchando a Pino Daniele, comienza a leer Cristo si è fermato a
Eboli, de Carlo Levi Si lo tienes en italiano, léelo no importa
que no lo entiendas del todo. Si no, ni modo, en la versión
española: igual no es fácil entender que exista un lugar del mundo
a menos de trescientos kiómetros de Roma donde Cristo decidió no
continuar su camino. Lee, lee, escucha, disfruta, pero no te olvides
del tomate. Cuando te toque ir a apagar la cocina, aprovecha para
cortar la mozzarella en trocitos pequeños.
Continúa leyendo y escuchando. Una
hora de Pino Daniele y Carlo Levi juntos equivale a una semana de
vida en el sur de Italia. Continúa. Te habrás cansado a las dos
horas más o menos. Entonces prepárate un martini, dale un sorbo,
enciende el horno a la máxima potencia y extiende las bolas de masa.
Hazlo con las manos sobre una superficie bañada de harina. Sólo si
no puedes, usa el rodillo. Dale a cada bola el tamaño y la forma de
un long play de los de antes y, colocándolas en sus bandejas
respectivas, déjalas reposar un poco.
Cuando el horno ya está todo lo
caliente posible, aplasta un poco el primer disco de masa, píntalo
de tomate, vístelo de mozarella, salpícalo de sal, chorréalo
apenas con un poquito de aceite y métela (ha cambiado de género, ya
es una pizza) en el horno.
Sácala a los 7 minutos
aproximadamente, cuando veas que la mozzarella está haciendo
burbujitas. Si ha venido buena en ese momento Pino Daniele estará
cantando por quinta vez "Je so pazzo". Buon appetito.
4 comentarios:
¡¡magnífica receta!!
acabo de verte y leerte en Diario Médico, sigue así medritor
un abrazo enorme desde Albacete
Qué chévere leerte aquí, Marta querida. Un abrazote.
http://afotosmicamarayyo.blogspot.com/2012/02/libro-cristo-se-detuvo-en-eboli.html
Reseña de 2ª edición reciente y cerrando el círculo (croata), mostrando Cuartientos, que bien lo merece.
Grazie!
Grazie a te, Urumólogo. A ver cuándo hacemos un Bocertiento. Será necesario pedirle un milagro a San Antonio.
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