4 mar 2012

RECETA DE LA AUTÉNTICA PIZZA MARGHERITA

(para dos adultos y dos niños comedores: uno per quattro, quattro per uno)
Ve al súpermercado y compra harina de trigo, mozzarella, tomate y levadura de panadería. Olvídate de los polvos, no sirven para nada. Al llegar a casa, luego de lavarte las manos, vierte aproximadamente medio kilo de harina en un tazón. Agrégale una pizca de sal, un poquito menos de azúcar y la mitad de la levadura indicada para hacer pan. Mezcla los ingredientes con el tenedor y mete en el microondas un vaso de agua hasta entibiarla. Agrega al agua un chorrito de aceite de oliva y, lentamente, mientras continúas mezclando con el tenedor, añade el líquido a la harina y los otros ingredientes. No le metas la mano porque la harina no está preparada todavía y, si lo haces, te costará un poco más de trabajo limpiarte luego. Insiste con el tenedor hasta que veas que la masa va adquiriendo consistencia. Ahora sí, ya puedes meterle mano, ayudándote siempre con la harina. Disfruta ese momento, no importa que te canses: es la secuencia más hermosa de la pizza hecha en casa. Continúa. Dale vueltas, haz una pelota gigantesca, aplástala contra la mesa. Construye ahora una torre. Destrúyela. Así durante varios minutos. Habrás terminado con la masa cuando sientas que ella es absolutamente homogénea y no se queda pegada ni de tus manos, ni de la mesa ni del tazón. Es una masa autónoma entonces, independiente, cree que tiene vida propia. Pues va a ser que no. Divídela en cinco trozos, cinco pelotas de masa, cinco masitas que haz de conservar en envases herméticos, de ser posible individuales.
Lávate las manos. Toma una pausa, busca a Pino Daniele y comienza a escuchar: "Napul'è", "Na tazzulella di caffe" y "Je so pazzo". Muy bien. Ya puedes hacer el tomate. Abre la lata. Vierte su contenido en una cacerola pequeña que primero has mojado con un poquito de aceite. Agrégale media cebolla llorona, tres hojitas de albahaca, sal al gusto y déjalos a fuego lento durante veinticinco minutos.
Vuelve a lavarte las manos y, todavía escuchando a Pino Daniele, comienza a leer Cristo si è fermato a Eboli, de Carlo Levi Si lo tienes en italiano, léelo no importa que no lo entiendas del todo. Si no, ni modo, en la versión española: igual no es fácil entender que exista un lugar del mundo a menos de trescientos kiómetros de Roma donde Cristo decidió no continuar su camino. Lee, lee, escucha, disfruta, pero no te olvides del tomate. Cuando te toque ir a apagar la cocina, aprovecha para cortar la mozzarella en trocitos pequeños.
Continúa leyendo y escuchando. Una hora de Pino Daniele y Carlo Levi juntos equivale a una semana de vida en el sur de Italia. Continúa. Te habrás cansado a las dos horas más o menos. Entonces prepárate un martini, dale un sorbo, enciende el horno a la máxima potencia y extiende las bolas de masa. Hazlo con las manos sobre una superficie bañada de harina. Sólo si no puedes, usa el rodillo. Dale a cada bola el tamaño y la forma de un long play de los de antes y, colocándolas en sus bandejas respectivas, déjalas reposar un poco.
Cuando el horno ya está todo lo caliente posible, aplasta un poco el primer disco de masa, píntalo de tomate, vístelo de mozarella, salpícalo de sal, chorréalo apenas con un poquito de aceite y métela (ha cambiado de género, ya es una pizza) en el horno.
Sácala a los 7 minutos aproximadamente, cuando veas que la mozzarella está haciendo burbujitas. Si ha venido buena en ese momento Pino Daniele estará cantando por quinta vez "Je so pazzo". Buon appetito.

4 comentarios:

marta ballester dijo...

¡¡magnífica receta!!
acabo de verte y leerte en Diario Médico, sigue así medritor
un abrazo enorme desde Albacete

Slavko Zupcic dijo...

Qué chévere leerte aquí, Marta querida. Un abrazote.

URUMO dijo...

http://afotosmicamarayyo.blogspot.com/2012/02/libro-cristo-se-detuvo-en-eboli.html

Reseña de 2ª edición reciente y cerrando el círculo (croata), mostrando Cuartientos, que bien lo merece.

Grazie!

Slavko Zupcic dijo...

Grazie a te, Urumólogo. A ver cuándo hacemos un Bocertiento. Será necesario pedirle un milagro a San Antonio.