Ahora que le ha dado por escribir poesía -es mentira que sea ahora, publicó un libro de poemas cuando niño- lleva varios días acumulando imágenes para un poema amoroso que pensaba convertir en cuartiento. Lucha contra la trigonometría, contra las leyes de la trigonometría. Ésa era la pasta madre de una imagen que quería construir a partir de una cama de hipotenusa imposible. Pero también contra la traumatología y la rehabilitación. Esta última no por especialidad médica necesaria, que seguramente lo es, sino para no regodearse con la rima, con la rimía.
Cuartientos finalmente se ha salvado de semejante texto gracias a un paciente que en la útltima guardia le ha regalado la mejor definición posible para la actividad amorosa:
-Tot perolet té la seua tapaoreta.
No cree ahora que sea necesario traducir la expresión ni escribir el poema.
Ni cuentos ni artículos. Tampoco articuentos o cuentartículos. Se trata de cuartientos.
29 abr 2012
16 abr 2012
Reconstrucción de La Entrada
La Entrada no era el inicio de nada
Apenas mi vida
comenzaba
y no veía salida
Era un pueblo hermoso y triste
Una iglesia
con campana
que hice
sonar tantas veces
a las cinco y treinta
del domingo
Las montañas
verdes imposibles
Una cruz blanca
en las tardes de lluvia
se movía
de un lado a otro
con cabillas desnudas
oxidadas
Una anciana poetisa se maquillaba antes de recibir invitados que olían a whiskey
la bebida oficial del pueblo después del cocuy y la cerveza
Otras ancianas maquillaban sus tardes con cuentos que vivían como chismes
La más audaz sostenía siempre un espejo
para ver pasar sin ser vista a los muchachos que se besaban
Siete borrachos tumbados junto a un árbol caído celebraban los días y las noches
Los adolescentes paseaban sus animales
preferiblemente burras
antes de convertirse en malandros
malandros
chamo candela
malandros
y comenzar a robar gallinas
Yo escribía
y caminaba
Acumulaba libretas
escuchaba chismes
bebía agua del río y sevenup
que entonces me sabía a cerveza
soñaba que era novio de la muchacha más bella
veía los animales pasar
pero fundamentalmente escribía
y caminaba
Era feliz
era absolutamente feliz
y la muchacha más bella me dijo que también soñaba conmigo
Pude seguir siéndolo
feliz
de aquella forma
seguro
pero pedí ser expulsado del paraíso
y nunca volví
nunca volví a La Entrada
Desde entonces la reproduzco
siempre
en cada pueblo de montaña
dejo la mochila
los trastos
el ordenador con las novelas
como si quisiera quedarme
o volver
Y los anfitriones me llaman
por correo
me envían lo olvidado
advierten que La Entrada sólo hay una
que nunca
volverá
a ser.
Apenas mi vida
comenzaba
y no veía salida
Era un pueblo hermoso y triste
Una iglesia
con campana
que hice
sonar tantas veces
a las cinco y treinta
del domingo
Las montañas
verdes imposibles
Una cruz blanca
en las tardes de lluvia
se movía
de un lado a otro
con cabillas desnudas
oxidadas
Una anciana poetisa se maquillaba antes de recibir invitados que olían a whiskey
la bebida oficial del pueblo después del cocuy y la cerveza
Otras ancianas maquillaban sus tardes con cuentos que vivían como chismes
La más audaz sostenía siempre un espejo
para ver pasar sin ser vista a los muchachos que se besaban
Siete borrachos tumbados junto a un árbol caído celebraban los días y las noches
Los adolescentes paseaban sus animales
preferiblemente burras
antes de convertirse en malandros
malandros
chamo candela
malandros
y comenzar a robar gallinas
Yo escribía
y caminaba
Acumulaba libretas
escuchaba chismes
bebía agua del río y sevenup
que entonces me sabía a cerveza
soñaba que era novio de la muchacha más bella
veía los animales pasar
pero fundamentalmente escribía
y caminaba
Era feliz
era absolutamente feliz
y la muchacha más bella me dijo que también soñaba conmigo
Pude seguir siéndolo
feliz
de aquella forma
seguro
pero pedí ser expulsado del paraíso
y nunca volví
nunca volví a La Entrada
Desde entonces la reproduzco
siempre
en cada pueblo de montaña
dejo la mochila
los trastos
el ordenador con las novelas
como si quisiera quedarme
o volver
Y los anfitriones me llaman
por correo
me envían lo olvidado
advierten que La Entrada sólo hay una
que nunca
volverá
a ser.
11 abr 2012
Escuela de árboles de navidad
La escuela inicia
lecciones en enero
y sus alumnos
han de estar cubiertos
por la nieve
en los primeros meses
El calendario
no conoce fiestas
ni santos
ni celebraciones
de ningún tipo
Algo parecido
sucede con el horario
de veinticuatro horas
todos los días
de la semana
Cuando mi niña pasa
y los ve
los alumnos
asisten
a una lección
de tolerancia
Hoy
son la nieve
y la ventisca
mañana
las bolas
las guirlandas
y las figuritas made in China
Por eso ella pregunta
¿acaso ésto es
una escuela de árboles
de navidad?
Así es, Letizia
estos árboles estudian
para mañana adornar
e ilusionar la vida
de algunos niños
así nomás
Pero
¿verdad que son bellas
estas aulas de clases?
Demasiado, ¿verdad?
Tus ojos
que las han visto
y creado
como escuela
concedan
que el año
escolar
no termine nunca
y estos árboles
se queden así
repitientes eternos
para siempre
en nuestra memoria
tus ojos mágicos
tu mirada fundacional
4 abr 2012
LA DUDA: ELOGIO DEL SIGLO PASADO
Camino, hablo, escribo, envejezco y amo
como un hombre del siglo pasado y, por si fuera poco, nací en los
alrededores de la visita lunar. Debo ser, soy entonces, sin que sea
posible la duda, un hombre del siglo pasado y, admito, lo vivo y digo
con orgullo. Además, el tiempo y las canas me han hecho amigo de las
anécdotas, las pequeñas historias, los recuerdos. Y cuando han
pasado más de diez, once o doce años del hecho lo digo sin ambages:
"Fue en el siglo pasado". El interlocutor mayormente
muestra su sorpresa. "¿El siglo pasado?". Pues sí, el
siglo pasado, ahí mismo, en la vuelta de la esquina, pero caminando
hacia atrás. De allí vengo y mayormente venimos. Mi siglo, como el
de Günter Grass. Con sus guerras, incluyendo la fría. Con sus
bombas. Con sus genios. Con sus pintores. Con sus novelas. Con la
luna como aspiración, visita falsa o verdadera. Ese siglo, el mío,
me gusta cada vez más. Mucho, muy mucho. Y no es un asunto de
nostalgia. Jamás de los jamases. Por nada del mundo aceptaría tener
veinticinco años nuevamente. Pero privilegio la motivación aunque
sea positivista a la puta desesperanza, Einstein a Steve Jobs,
Muhammad Ali a Cristiano Ronaldo, la OPEP a Al Qaeda, un
radioaficcionado hipotecándose para comunicarse con el mundo a una
multitud escribiendo huevadas en facebook simplemente porque resulta
demasiado fácil hacerlo.
Reconozco que lo ideal sería integrar
una noción con la otra y encenderle una vela con la mano izquierda a
Einstein y con la derecha otra a Steve Jobs. Y así sucesivamente.
Una actitud semejante sería altamente recomendable para una persona
de mi edad que, necesariamente, ha de vivir a caballo entre estos
dos burros, pero el intentarlo resulta cada vez más difícil.
Sobretodo porque no se trata de que uno sea mejor que el otro. Ni que
todo tiempo pasado fue mejor. Ni que el futuro beneficia. Nada de
nada. Se trata de una elección personal. A mí, personal y
particularmente, me gustaba el teléfono con cable. Pues ya
prácticamente no existe. Me gustaban las cabinas públicas que usaba
para hablar con las novias. Pues no existen tampoco. Me gustaba
escribir cartas y llevarlas al correo. Pues hacerlo casi constituiría
una conducta extraña. Me gustaban los mapas, abrirlos cuan largos
eran y detenerme a escrutarlos bajo las farolas. Otra conducta
extraña. Me gustaba llegar a los pueblos y preguntarle al primer
vecino qué debía hacer para llegar a tal parte. Otra cosa
imposible. Adoraba los libros familiares de recetas de cocina. Más
raro todavía. Pero fundamentalmente me gustaba generar una duda y
tener que esperar para satisfacerla. Así la duda crecía. Pues eso
tampoco sería posible ahora porque aunque se pretendiera, al apenas
mencionar la duda, el primer amigo bienintencionado se creería en el
deber de ayudar, abriría un dispositivo electrónico e
inmediatamente sepultaría la duda con el resultado de un partido de
fútbol, el significado de la palabra "escíbalo" o la
temperatura que el primero de enero hacía en Madagascar.
Esa duda, la posibilidad de incubarla,
de llevarla conmigo un tiempo, hacerla crecer, convertirla en una
excursión a la biblioteca, en la compra de un libro, la visita real
a un museo o un viaje es lo que más me gustaba de mi siglo, el
pasado. La duda era su sino, su maravilla. La duda y el viaje en
avión. En aquella época, nadie lo recuerda ya, el viaje aéreo era
un acto distin... Pero, ¿para qué voy a escribir más? Introduzca
las palabras "siglo" y "pasado" en el buscador
más cercano e inmediatamente podrá recordar cómo se vivía en el
siglo XX.
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