18 jun 2018

¿Para qué sirve escribir?



A mí, me ha sido útil para todo. Desde el inicio de la vida ha sido mi forma de relacionarme con el mundo.

Resulta temerario decirlo, pero a veces pienso que sin escribir, sin haber escrito, no habría logrado vivir, no estaría vivo.

Escribir es para mí un asunto tan importante como comer, quizá como defecar. Es, en todo caso y sin posibilidad de duda, una acción imprescindible. Ventana, puerta, mesa y chimenea de la casa en que vivo. Corazón, pulmones, hígado y riñones del cuerpo que habito. No solo por el momento propio de la escritura: hace años metiendo el folio blanco en el rodillo de la máquina de escribir y ahora temblando y gesticulando frente a la pantalla del ordenador. No solo por eso. Es también imprescindible por la pre-escritura, gracias a la cual permanentemente estoy pensando, mascullando, dándole una vuelta literaria a las cosas que suceden a mi alrededor.

De esta forma y porque comencé a escribir y publicar con la adolescencia, escribir es lo que me ha permitido conocer a mi padre, enamorar a mi primera novia, aprobar los exámenes más difíciles de la facultad, contactar (en el trabajo o en el autobús) con los interlocutores más complicados, comunicarme con mi madre a diez mil kilómetros de distancia e incluso interactuar con mis hijos.

Lo recomiendo como terapia y en mi propia vida volvería a permitir que su milagro se repitiese.

Para lograrlo, habría que tener otra vez tres años, plantarse frente a la biblioteca materna y, con una mezcla de temor y atrevimiento, volver a coger el Lazarillo de Tormes, leerlo y comerlo otra vez.

Todo lo demás sucedería progresivamente, de manera imperceptible, apenas respirando y leyendo, mirando a través de la ventana, dejando el tiempo pasar.

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