14 sept 2018

Cuartientos por encargo



Nada de miedo, Cuartientos no pretende multiplicarse en franquicias: estos textos no son productos sino perceptos y entre sus ingredientes no hay salsas, minerales ni telas, elementos que se han demostrado imprescindibles en el tema del franquiciado. Cuartientos tampoco se convertirá en un programa de radio al que los oyentes puedan llamar pidiendo sus canciones. Esto a pesar de que Radio Cuartientos es un excelente título para relato o novela. No repartiremos (ni el blog ni yo) pizzas ni paellas a domicilio. No por nada sino simplemente porque blog no cocina y servidor nunca lo ha hecho para más de cuatro. Lo que pasa es que ha habido un parón, en parte por el verano pero también por el otoño, y los lectores de Cuartientos reclaman su dosis. Quien lo explicitó por primera vez fue mi madre a través del teléfono: "No has escrito nada últimamente" En uno de esos bucles que solo es posible rizar cuando hay mucho sentimiento me hice un ovillo explicándole que publicar en Cuartientos era solo una pequeña parte del escribir y que bla-bla-bla-bla-bla. "El asunto es que no estás publicando nada en las últimas semanas", concluyó ella y cambió de tema sin posibilidad de protesta. Luego, el vecino con el que comparto las hojas de una falsa pimienta. Barrió su lado y en lugar de llevarse su parte la amontonó junto a mi parcela. "¿Y que pasa con Cuartientos?", me dijo cuando intenté acercarme para preguntarle si le ocurría algo. "Nada, nada. Es que estoy corrigiendo unos relatos", le respondí mientras, avergonzado, recogía sus hojas y las juntaba con las mías. Así fue hasta ayer, dos o tres reproches a la semana. Hoy, he podido notar, los lectores han depurado su técnica.. Simplemente me proponen temas: como si se tratara de un período de infertilidad creativa me rocían con las hormonas de su imaginación. Comenzó al cerrar la consulta, al final de la mañana. El primero fue Félix, el administrador de la clínica: un hombre que en diez años nunca ha hecho nada más que saludarme, en el ascensor comenzó a contarme su vida toda y luego, frente a admisiones, la de la mitad de sus representados. No terminaba de digerir tanta información y entré en la frutería, quizá buscando un laxante. Era el turno de Khalid: en diez minutos me contó el año más rocambolesco de su vida, repleto de sustancias, aduanas y piernas bonitas. Caminé como pude hasta la estación y, mientras esperaba el tren, el vigilante me abordó. Pensé que se trataba del abono a punto de caducar, pero no. El hombre también lee Cuartientos. "¿Tú eres el escritor, verdad?". Acto seguido, empezó a hablar de su pasión por las motos. Las donaciones en general me gustaban pero eran tantas que para metabolizarlas decidí refugiarme en el sofá. Sonó el teléfono. Era Bárbara, mi gran compañera de la facultad. Sin ton ni son, sin que nunca hubiéramos hablado de nada parecido, comenzó a referirme detalles del encuentro amoroso con un actor catalán, tan desconocido él para mí como yo para él seguramente. La escuché con atención. Cuando me pidió que registrase bien los detalles, comencé a amuñuñar una hoja de papel para que creyese que los estaba escribiendo con pluma sobre el escritorio de madera. Cuando terminó, vine corriendo a la cama a escribir este cuartiento simplemente para decir que el blog ha vuelto, que estoy escribiendo y que poco a poco iré perpetrando los cuartientos que mis lectores tengan a bien encargarme pero, eso sí, uno por uno, por favor.

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