Cuando llegaron eran pequeños, diminutos, como deditos de bebe.
Los trajo mi hijo mayor, a quien se los había dado un compañero de colegio.
A mí ya el día anterior la madre del compañero me los había ofrecido.
Le dije que no, porque entre el jardín, las reparaciones cotidianas, los deberes paternos y el trabajo siento que ya no puedo más.
-Nada de eso importa, será tu hijo quien los cuide -me respondió ella haciéndose la simpática-. Además, tú tienes una morera en el patio.
-He dicho que no, no los quiero.
Nada de eso importó, en efecto, porque al final se los colaron a mi niño.
Los trajo en una caja de zapatos que, según dijo, se la había regalado la directora del colegio.
Debían crecer en unas pocas semanas hasta construir sus capullos y luego convertirse en crisálidas y mariposas.
-Yo me encargaré de cuidarlos -se comprometió mi hijo.
-Bueno, tú mismo.
No hice nada el primer día. Y él tampoco. El segundo, me empecé a preocupar y les llevé unas hojas de morera.
-No has cuidado de los gusanos -le dije a mi niño que estaba frente al televisor.
Él no respondió y desde entonces todos entendimos que los gusanos quedaban a mi cargo.
En ésas estoy. Cogiendo y llevando hojas. Inicialmente eran de morera. Pero ya pueden ser de cualquier cosa. De hecho todos los árboles del jardín y los del terreno de al lado están pelados, sin nada de verde.
Mi mujer y mis hijos se fueron de casa hace dos semanas, con un poco de miedo.
-Cuídate mucho. Vente tú tambien.
No les hice caso.
El problema es que los gusanos no dejan de crecer. han transcurrido ya más de tres meses de su llegada y los bichos no paran. Comen y crecen. Nada de capullos ni crisálidas. Aquí lo que hacen es comer y crecer. Yo he tenido que dejar mi trabajo para alimentarlos y a cada uno lo he puesto en una caja grande, muy grande, que también se han comido.
He intentado hablarles, pero tampoco me hacen caso. Sólo comen y crecen. Comen y crecen.
Se han comido ya varios muebles y algunos electrodomésticos.
No me extrañaría que de un momento a otro me comieran a mí también.
Para intentar detenerlos, esperando que sepan leer, escribo este cuartiento.
Ojalá al menos sirva de aviso a los vecinos.
O a los otros padres del colegio.
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