20 abr 2011

Princesas: mujeres desangeladas





Nuevamente un príncipe se casa, lo cual no tiene nada de particular ya que casi todos, príncipes o no, nos casamos. El problema es que éste para hacerlo ha elegido una mujer normal. Los procedimientos a los que someten a estas mujeres para convertirlas en príncesas son espantosos y sus resultados pueden verse en Mónaco, Amsterdam, Madrid y dentro de poco en Londres. El objetivo es desangelarlas, convertirlas en momias vivas, mucho menos expresivas que sus réplicas de cera. Para ello, lo primero que hacen es inyectarles ácido clorhídrico en el lóbulo frontal. Se trata de por lo menos veinte sesiones. Como si éstas no bastaran, para terminar de quitarle expresión al rostro y así las jóvenes momias nunca más puedan mirar directamente a nadie, les malogran el recto superior de cada ojo. Además, les fracturan el codo derecho para que siempre quede semiflexionado, entregando la mano a punto de saludar. Es terrible, terrible, terrible. Y pensar que todavía se leen cuentos a las niñas en que los príncipes las besan y las convierten en nubes de tul. Yo, obviamente, no soy de esos. A mi hija se lo digo todas las noches:


-Querida mía, si conoces a un príncipe, huye de él como de la peste. Si él insiste, dale el número de teléfono de la prima más puta. Si todavía fastidia, dale a leer un ejemplar de la noveleta Barbie y dile que el autor es tu padre. Él sabrá irse, solito.

2 comentarios:

Gilberto dijo...

Buenísima y catártica lectura de este cuartiento, a la altura de la novela Barbie. Que vivan las bellas imperfecciones humanas.

Anónimo dijo...

¿Todo cierto?
Autor ¿estás seguro de lo escrito?
Como texto no tiene peros, sin embargo, ¿parte usted de la hipótesis correcta? ¿ha elegido el príncipe?
Creo que si revisa esta historia de "amor" tal vez se vea obligado a cambiar su perorata. Tal vez descubra un plan frío y paciente, sin errores ni movimientos en falso. Y, aún más, tal vez descubra quién se encuentra detrás, y se llevará una sorpresa; ya que madre no hay más que una y a William lo encontró en la Universidad.
De todas formas, no debemos escandalizarnos puesto que...
¿cuándo hemos elegido los hombres?

ILUSOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS


Traumatólogo escrupuloso (y elegido)